Leo Esquivel es un coach y portavoz de la salud mental.
Hijo de inmigrantes Mexicanos, Esquivel pasó los primeros trece años de su vida en Parlier, California; una temporada, según dice, en la que tuvo algunos de los momentos más felices de su vida.
“Hasta el día de hoy, todavía le digo a mi mamá que mi infancia fue tan buena que, si hubiera muerto a los doce años, habría muerto como un niño feliz”, comparte Esquivel, con una amplia sonrisa en su rostro mientras recuerda su crianza.
“Mi familia no tenía mucho, pero nos teníamos los unos a los otros y teníamos muchos amigos que hicieron de nuestra comunidad un lugar especial para crecer”.
La vida en el condado de Fresno era buena, pero cuando Esquivel tenía catorce años, sus padres, agobiados por el exorbitante costo de vida en California, tomaron la difícil decisión de dejar la costa oeste y mudarse a Mission, Texas.
“Mis padres compraron una casa sin siquiera saber cómo lucía. Simplemente sabían que estaba dentro de su presupuesto”, dice Esquivel.
A poca distancia de la frontera entre EE.UU. y México, Mission no tenía el mismo clima ni las mismas atracciones que la costa oeste y, aunque Esquivel al inicio se enfureció ante la perspectiva de vivir en el sur, eventualmente desarrolló una apreciación por el estado de La Estrella Solitaria.
“Tengo que admitir que odiaba Texas cuando llegué aquí por primera vez. Les estaba haciendo pasar un mal rato a mis padres por esa decisión, pero ahora amo a Texas. El estado realmente me ha gustado mucho”, comparte Esquivel.

Ahora un ambivertido que prospera tanto en el aislamiento como en ambientes sociales, Esquivel recuerda haber sido un adolescente tímido en clases, hasta que, cuando sonó la campana final, su naturaleza simpática se hizo evidente.
“Durante mucho tiempo, fui conocido como un niño tímido. Simplemente me presentaba, hacía trabajo y no hablaba mucho en clase”, señala Esquivel.
“La ironía es que, saliendo del salon, me convertía en un payaso”.
La disposición simpatica de Esquivel lo acompañó más tarde a la universidad, donde estudió kinesiología porque quería dedicarse a la medicina deportiva.
“Pensé en ser entrenador de atletismo y hacer algo relacionado con el deporte”, dice Esquivel, pero el exalumno de la Universidad de Texas-Pan Americana terminó tomando cursos que le permitieron convertirse en maestro de educación especial, cargo que aún ocupa hoy.
“Mi objetivo al trabajar con estudiantes con necesidades especiales era brindarles una gran experiencia. Quería enseñarles cómo practicar deportes, ser grandes personas y también ser miembros contribuyentes de su comunidad”, explica Esquivel, quien poco tiempo después de su etapa como maestro de educación especial comenzó a asumir un papel de liderazgo, a medida que los grupos de estudiantes se acercaban a él para consejos.
“Los niños querían hablar de la vida. Muchos de los chicos querían hablar de las chicas. Ase cuenta que me convertí casi en un consejero para muchos de ellos”.
Con el paso del tiempo, el empático Esquivel disfrutó de la oportunidad de conectarse con las generaciones más jóvenes, y no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a tener conversaciones exploratorias con mentores acerca de dónde podría llevarlo su diverso conjunto de habilidades.
Esa es la razón por la que hoy está estudiando consejería con la esperanza de convertirse en un terapeuta licenciado y, al mismo tiempo, continuar con su papel como maestro de educación especial.
Esta ruta ha creado un horario agitado para Esquivel, quien, como parte de su programa, debe registrar cierta cantidad de horas trabajando con pacientes reales de salud mental.
Afortunadamente, Esquivel pudo vincularse a una práctica privada de consejería en Mission y aprender de primera mano cómo ayudar a los adultos a superar sus problemas de salud mental.
“Muchos de los clientes existentes en esta práctica en particular tuvieron la amabilidad de elegir sesiones adicionales conmigo”, dice Esquivel.
“Trabajo gratis porque es parte de mi estudio, pero me encanta. Tener la oportunidad de crecer como profesional y ayudar a las personas en el proceso es muy gratificante”.
Pero también hay otro elemento en la obra de Esquivel.
Como se mencionó, los padres de Esquivel son originarios de México y, como es común en la cultura hispana, hay un enfoque regular en la familia y la tradición. Sin embargo, esto también incluye una falta de atención hacia la salud mental, especialmente en lo que se refiere a los hombres de quienes, históricamente, se espera que tengan las características “machistas” de fuerza, resiliencia y, falta de vulnerabilidad.
“En la cultura hispana normalmente no se habla de emociones. No hablamos de nuestros sentimientos, especialmente los hombres”, dice Esquivel.
“Mucho de eso se puede atribuir al hecho de que tenemos deberes muy tradicionales en la cultura Mexicana. Como resultado, la mayoría de las personas crecen con expectativas sobre cómo será su vida, y no hay mucha conversación sobre por qué este es el caso. Simplemente hacemos, en muchos sentidos, lo que creemos que debemos hacer”.
Es un ciclo que, si no se rómpe, seguirá afectando a muchos hispanos que no tienen una salida emocional, razón por la cual el trabajo que realiza Esquivel es tan crucial.
“Por ejemplo, nunca vi llorar a mi papá. La emoción que normalmente expresaba era corajé, y más tarde aprendí que este puede ser un síntoma de afrontamiento para la depresión”, dice Esquivel.
“Entonces, parte del impacto que quiero tener es ayudar a mi cultura a expresar sus emociones de una manera saludable”.
No hay muchos hombres que trabajen en salud mental, pero, dado que habla español con fluidez, durante su estudio Esquivel ya ha estado sirviendo a su comunidad local, con innumerables hombres hispanos que se benefician simplemente de poder hablar con alguien que se ve y habla de manera similar.
“Muchos hombres Hispanos se sienten cómodos hablando con alguien que no solo es hombre, sino también Hispano”, afirma Esquivel.
“Y cuanta más gente me dice eso, más me doy cuenta de que hay una gran necesidad de lo que hago”.
El impacto de Esquivel ya lo han sentido los niños con necesidades especiales y los hombres hispanos a lo largo de Mission, pero también hay un tercer componente en el deseo de Esquivel de sanar el mundo:
Entrenamiento en salud mental.
Después de que Esquivel se gradúe en Agosto, aún necesitará 3000 horas adicionales de trabajo con pacientes antes de poder convertirse en un terapeuta con licencia completa.
Esto proceso es normal en el campo de la salud mental, pero Esquivel no quiere retrasar su capacidad de tener un impacto positivo en los demás, razón por la cual ha iniciado un negocio de asesoramiento en salud mental mientras continúa trabajando para obtener la licencia completa.
El objetivo de su negocio es ayudar a las personas, como coach de salud mental mientras obtiene su licencia como terapista.
“Es probable que no recibá mi licencia de terapista hasta dentro de 2 o 3 años, pero aún quiero ayudar a las personas en ese tiempo”, dice Esquivel.
“Sería poco ético para mí promocionarme como terapeuta, pero como ya tengo experiencia trabajando con personas, voy a seguir la ruta de un coach hasta que obtenga esa licencia”.
De cara al futuro, una vez que Esquivel obtenga la licencia en el estado de Texas, tiene planeado abrir su propia practica privada de consejería.
“El objetivo, en todo momento, es estar disponible para cualquier persona que necesite alguien con quien hablar, pero finalmente ya no seré Leo, el coach de salud mental, sino Leo, el terapeuta licenciado”, dice el residente de Mission.
Aun asi, al más puro estilo de Esquivel, sus ambiciones de traer paz y tranquilidad a los demás no terminan ahí.
“También me gustaría combinar el trabajo que hago como maestro de educación especial con mi propia práctica privada”, comienza Esquivel.
“En un mundo ideal, en aproximadamente unos 10 años tendré los fondos para invertir en una propiedad comercial donde tendré mi negocio de terapeuta, así como una cafetería que empleará a niños con necesidades especiales”.
El enfoque holístico de Esquivel para los negocios y la salud es impresionante y, si se ve a través de él, se convertirá en nada menos que una leyenda.
“Quiero que las personas que vengan a mis instalaciones sientan, de primera mano, la alegría que muestran muchos niños con necesidades especiales todos los días; y, con mi trabajo, espero poder ayudar a muchas personas que batallan con sus emociones a obtener esa misma alegría y realmente comenzar a sentir las mejores partes de la vida”, explica.
“Esa sería mi forma de dejar el mundo un poco mejor”. QS
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