Christiane Reutel es una veterinaria alemana que reside en La Banda, Argentina.
Nacida y criada en Friburgo, Alemania, Reutel creció cerca de la Selva Negra, una majestuosa cadena montañosa del sur de Alemania que atrae a visitantes de todo el mundo.
“Los turistas vienen por la rica historia de la ciudad”, dice Reutel de su ciudad natal.
De adolescente, se sumergió en sus estudios, convirtiéndose en un ratón de biblioteca y aprendiendo varios idiomas sobre la marcha.
Al mismo tiempo, Reutel nunca imaginó que llegaría a ser veterinaria.

“De hecho, ni siquiera crecí con animales”, señala, pero durante una de sus incursiones literarias se enteró de lo importantes que son los veterinarios para el buen funcionamiento de la sociedad y, de repente, su carrera quedó trazada.
Lo que siguió durante los próximos años fueron cursos intensivos en la universidad que, combinados con la superación de varios exámenes, le permitieron obtener la licencia de veterinaria.
Los quince años siguientes, Reutel ejerció la medicina veterinaria en distintos lugares de Alemania, pero un día su carrera y su vida dieron un vuelco cuando conoció a un apicultor argentino. Los dos terminaron casándose y optaron por trasladarse a su país natal.
“Él no hablaba mucho alemán, por lo que las cosas le resultaron difíciles en mi país, pero yo era pionera y muy aventurera, y no tuve ningún problema en moverme a Argentina”, contextualiza Reutel.
“También creo que estaba pasando por una especie de crisis de la mediana edad”.
Lo dice con cierta ironía, pero hasta entonces Reutel había trabajado incansablemente como veterinaria, invirtiendo incontables horas en ayudar a animales enfermos y perfeccionando al mismo tiempo sus propias habilidades.
“Trabajé mucho porque amo lo que hago y, si me traen un animal enfermo, me cuesta decir que no”, explica Reutel, quien ha ejercido su labor en Perú y Hong Kong, ha hecho acupuntura veterinaria en California y también castraciones de animales en España e Italia.
Puede que su reputación la precediera, pero a pesar de su amplia experiencia como veterinaria, cuando Reutel llegó a Argentina no le concedieron inmediatamente la licencia para ejercer como veterinaria. De hecho, pasaron otros siete años antes de que Reutel obtuviera la licencia necesaria para poder hacerlo en el mencionado país.
“Durante esos siete años, las clínicas en las que trabajé me mantuvieron escondida en la parte de atrás”, dice riendo.
“También hacía análisis y radiografías”.
Para contextualizar, Reutel llegó a Argentina en 2001, cuando la tecnología veterinaria del país estaba menos desarrollada y ella disponía de menos herramientas.
Sin embargo, a pesar de no estar equipada con la misma tecnología que si se hubiera quedado en Alemania, aprendió formas nuevas y efectivas de tratar a los animales, sobre todo porque las prácticas veterinarias argentinas eran diferentes a las de su país natal.
“La medicina alemana difiere de la americana, pero la que utilizan aquí [La Banda] es parecida a la que practican en Estados Unidos”, comparte Reutel.
Aparte de su trabajo como veterinaria, Reutel, quien ahora está divorciada, adoptó a un niño. Enseguida le enseñó alemán y lo llevó a muchos de sus viajes de vuelta a casa.
“Quería que pudiera comunicarse con mi familia”, dice acerca de una esperanza que se hizo realidad.
Además, en 2015, Reutel obtuvo su licencia veterinaria, por lo que abrió su propio negocio, lo que le permitió hacer lo que siempre le ha gustado, que es ayudar a los animales que lo necesitan.
“Me gusta sentirme útil”, responde Reutel cuando se le pregunta por qué permanece en La Banda cuando aparentemente podría trabajar en cualquier parte del mundo.
“En un momento, había muchos veterinarios que buscaban trabajo en Alemania. Era una situación horrible. Y en California, había mucho énfasis en especializarse en un nicho particular de ese trabajo. Pero, aquí, estoy marcando la diferencia y haciéndolo en un lugar que me necesita, y me siento bien por eso”.
En una ciudad como La Banda, muy homogeneizada y carente de mucha presencia extranjera, Reutel es una rara avis, pero la ciudad también la ha acogido y tratado como a una de los suyos.
Mejor aún, con los años la calidad de la atención veterinaria en la ciudad rural ha mejorado mucho, hasta el punto de que ella se siente cómoda recomendando otros veterinarios a los clientes, si es necesario.
“La situación ha cambiado y hay muchos veterinarios competentes en La Banda. No es como cuando yo llegué”, explica.
En vistas al futuro, Reutel no tiene planes de abandonar Argentina, un país sumido actualmente en una agitación política que solo se ha visto exacerbada por una inflación galopante.
En ese sentido, para Reutel sería fácil abandonar su hogar de los últimos veintitantos años, retirarse a las comodidades de Alemania y empezar de nuevo, y aunque seguirá frecuentando su tierra natal, es muy poco probable que abandone permanentemente una ciudad y una comunidad que le han dado tanto sentido.
“Me llevó mucho tiempo, pero he construido una vida aquí”, dice Reutel.
“Cuando llegué aquí, a algunas personas no les caía bien porque era muy honesta y directa, pero con el tiempo empecé a adaptarme a la forma de comunicarse de los lugareños y creo que ellos también se adaptaron un poco a mí”.
Reutel, quien quizás sea la veterinaria más interesante del mundo, agrega:
“Siempre estaré aquí para los animales y la gente de La Banda si me necesitan. Me cuesta decir que no a quienes necesitan ayuda, porque no quiero ver sufrir a ningún animal”.
Además, Reutel también ha empezado a establecer un marco para lo que será su negocio cuando un día ella no pueda rendir al mismo nivel que lo hace ahora. Esto incluirá la tutoría de futuros veterinarios que encarnen sus valores y sean capaces de relevarla sin problemas.
Y a diferencia de algunos maestros de su oficio, que se estremecen al pensar que su tiempo puede haber terminado, Reutel está satisfecha.
Cuando le pregunto qué le gustaría conseguir antes de jubilarse, su respuesta es sencilla:
“Estoy realizada”.
Destacando antes:
“En realidad, he hecho mucho y estoy orgullosa del trabajo que he hecho. Y a medida que me vaya retirando gradualmente de este trabajo, no quiero enseñar a otras personas cómo pueden tener el mismo impacto, si no uno mayor en los animales y en su comunidad”. QS
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