Jorge Hernandéz (jugador profesional de baloncesto)

Jorge Hernández es un jugador profesional de baloncesto del Coras de Xalisco, en la liga LBP.

Oriundo de México, Hernández pasó varios años en el estado de Minnesota hasta que su familia decidió regresar a su escasamente habitado pueblo natal.

Durante los dos años siguientes, Hernández y su familia lucharon por construir una base financiera, puesto que las oportunidades económicas de su lugar de procedencia eran escasas y distantes.

“Por un día de trabajo, que son doce horas en lugar de ocho, te pagaban 100 pesos (6 dólares), así que no podías salir adelante”, dice Hernández sobre el mercado laboral en esa parte de su país nativo.

En busca de un cambio, la familia Hernández se trasladó a la popular localidad mexicana de Puerto Vallarta para encontrar oportunidades de empleo dentro del turismo.

Afortunadamente, el cambio resultó en más oportunidades para ganar dinero, y un Hernández de 6-7 grado se matriculó también en una escuela preparatoria para perfeccionar su juego de basketball, aunque pronto los retos fuera de la cancha lo abrumaron.

“Esa escuela era muy difícil”, recuerda Hernández. 

“Era como el Harvard Mexicano, y yo no soy el mejor estudiante, así que no terminé graduándome de la escuela”.

Puede que para entonces lo académico no fuera su especialidad, pero no se podía negar la destreza atlética de Hernández, quien ni siquiera agarró un balón hasta el octavo grado, cuando su amigo le pidió que fuera suplente en su equipo.

“Me dijo que a su equipo le vendría bien un chico alto”, se ríe el gregario Hernández al recordar aquel día, si bien durante ese mismo partido su equipo fue aniquilado con un resultado final de 60-2.

Y, no, ese margen no es una errata.

“Pero yo anoté los dos”, bromea él.

La paliza que recibió su equipo aquel día parecía intrascendente, y al salir del gimnasio Hernández estaba contento de volver para jugar fútbol (soccer). Sin embargo, antes de que él y su padre llegaran al coche, intervino un caballero llamado Orlando Casella.

Hernández no tardó en enterarse de que Casella era entrenador del Marineros de Vallarta, un club profesional con varios equipos de distintos niveles dentro de la organización.

Hernández admite que la idea de dedicarse a tiempo completo al baloncesto no le atraía en un principio, pero, por pedido de su padre, aceptó la invitación de Casella y del club.

“A partir de ahí, las cosas despegaron”, dice Hernández, quien tras un pequeño ajuste empezó a utilizar su fuerza bruta, para dominar el interior contra sus rivales en la dura pista.

Pero, lo que es más importante, en cuanto Hernández alcanzó un mínimo de éxito, su afán por convertirse en el mejor jugador posible se amplificó rápidamente.

“Hasta el punto de que dormía con un balón de basket en las manos”, contextualiza Hernández.

Como muchos jóvenes deportistas talentosos, Hernández soñaba con que sus potentes clavadas de mano derecha y su tenaz defensa lo llevaran a la NBA, pero con el tiempo, a pesar de que arrebataba con fuerza los rebotes del cristal y mandaba mansos intentos de bandeja a las gradas, se dio cuenta de que llegar a la liga más importante del mundo era, en el mejor de los casos, improbable.

A partir de ahí, Hernández se propuso simplemente jugar a nivel profesional, algo que distaba mucho de compartir la cancha con LeBron James, pero que no dejaba de ser un logro loable.

Entonces, a los veintiún años, las ambiciones de Hernández y su tenaz determinación dieron sus frutos cuando firmó contrato con un club profesional local.

Han pasado seis largos años desde su entrada al baloncesto profesional, una etapa que ha enseñado a un todavía joven Hernández muchas lecciones, la más importante de las cuales es que el juego de basketball es tanto una prueba de resistencia mental, como una demostración de competencia física.

“No hace falta ser el mejor jugador del equipo para ser el mejor jugador del equipo”, afirma Hernández como una de sus principales enseñanzas. 

“Tampoco necesitas tener las mejores estadísticas, aunque sí tienes que encontrar un papel que te haga indispensable”.

Para Hernández, su indispensabilidad proviene de su habilidad en bloqueos difíciles, ser eficiente finalizando alrededor del aro y capitanear a su equipo en momentos de coacción.

“Yo predico con el ejemplo, y mucho de eso es marcar la pauta con mi altruismo”, explica Hernández.

“Me gusta hacer buenos tiros que mantengan mis porcentajes en un nivel saludable. Si anoto 15 puntos, quiero que sea en tiros del 65 al 70%, si bien tampoco se trata realmente de los números cuando hay que anotar, pues solo tiro si estoy en una buena posición debido a la forma en que fluye nuestro ataque”.

En la actualidad, Hernández está atándose los Nikes para el Coras de Xalisco de la liga LBP, de la región occidental de México.

Hernández dice que su nueva temporada acaba de empezar y continuará hasta diciembre, momento en el que Hernández cree que el Coras estará listo para luchar por el campeonato de la liga.

“Este equipo está muy acostumbrado a hacer una gran carrera en los playoffs. Nuestro objetivo es nada menos que el campeonato”, proclama Hernández.

Se desconoce si los Coras terminarán esta temporada con un trofeo en su poder, pero Hernández, bilingüe y con un talento desbordante, ya ha pensado en cómo será su vida después del basket.

“Sí, quiero irme como un campeón”, dice Hernández, pero también quiere volver a Minnesota en los próximos años y convertirse en electricista para poder establecer una base firme para él y su futura familia. 

“El baloncesto me ha dado mucho, y aunque ganar un título está a la cabeza de lo que actualmente me esfuerzo por conseguir, sé que algún día tendré que retirarme y centrarme en otras cosas, así que ya he hecho las paces con eso y he planificado en consecuencia”. QS

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