María Soledad Ramos, conocida como Sol Ra, es una actriz afroargentina. Fue la protagonista de María Presente (2022), proyecto premiado por el Ministerio de Cultura de su país.
“Me considero una trabajadora artística, me interesan especialmente las narrativas afrodiaspóricas, la actuación, la representación y la interpretación de dichas narrativas. Y, cuando me refiero a trabajadora artística, hablo en términos de oficio, como una operaria, una obrera, el concepto de artista sin solemnidad”, se presenta la joven argentina, con una seguridad y una firmeza implacables, pero también con mucho estudio y sacrificio por detrás.
Nacida en Quilmes, Buenos Aires, Argentina, las raíces de Sol Ra son sin embargo completamente africanas:
“Mi mamá, mi padre, casi toda mi familia, son de Cabo Verde, y mi infancia fue como vivir en un ‘micro Cabo Verde’ porque crecí en una casa rodeada de plantas, con una huerta. Entonces, como siempre estuve muy vinculada con tradiciones y personas de ahí, mi cultura me llegó en primera persona”.
Con muchos intereses artísticos desde pequeña, Sol Ramos cuenta que siempre quería hacer todo, aunque la dificultad económica formaba parte de su realidad y, a pesar de juntar dinero, le costaba continuar y sostener sus actividades. No obstante, aquella niña que a los cinco años soñaba con bailar jazz, fascinada con la protagonista de una película, logró su cometido y dio sus primeros pasos en el arte fruto de su esfuerzo: “Recién como a los catorce años lo pude pagar y la profesora Gabriela Gianni me dio mucha facilidad para hacerlo”, dice muy agradecida.

Pero, si de color hay que hablar, el de la vida de esta actriz no fue precisamente rosa…
“Naciendo en Bueno Aires, era ‘la única’ con consciencia de ser negra”, empieza. “Sabía que tenía compañeros ‘marrones’ y ‘racializados’ que vivían el hecho como un estigma o con negación, pero, para mí, blanquearme o escapar de mi identidad nunca fue una posibilidad. Sí me pasaba esto de la observación constante y de no poder pasar por ciertos lugares. En mi escuela también, a pesar de estar con gente racializada, muchas veces sufría y padecía situaciones de racismo”.
“Yo no uso la palabra bullying. Llamar por su nombre al racismo genera mucho rechazo, pero introducir una palabra en inglés ‘está bien’… Por eso prefiero nombrar ‘discriminación’ y ‘racismo’ con todas las letras”.
La realidad de su tierra es esa. En Argentina, a pesar de haber ocurrido desde la conquista española un proceso tanto natural como forzado de mestización entre etnias americanas, europeas y africanas (esta por la esclavitud), todavía prevalece el mito de la nación “blanca” o “europea”, una nación que niega sus raíces, fruto del racismo y la invisibilización sistemática promovida desde antaño.
Denunciando al sistema educativo como uno de los que más racismo tiene, debido a la poca formación teórica sobre el tema y a cómo se lo sigue subestimando y negando, Sol Ramos da su propio testimonio:
“De un grupo de compañeras de secundaria, recibía acoso casi permanentemente dentro y fuera del establecimiento, incluso por parte de familiares de ellas en mi lugar de trabajo… Viví situaciones muy específicas de un ensañamiento disfrazado y con una violencia tremenda…”.
“Estaba desconcertada”, reflexiona, “la pasé mal porque yo tenía muchos problemas reales, en comparación a estas chicas de clase media, hegemónicas, con preocupaciones superficiales y una vida resuelta, a las que lo único que le preocupaba era qué se iban a poner para bailar”.
Y, aunque lo primero que se le ocurría era contestar y poner en evidencia a esas personas, para ella fue muy difícil afrontarlo:
“Hacerlo te pone en un lugar solitario porque nadie más va a defenderte. Y poner límites es muy desgastante… Todo esto forma parte del folklore argentino, al igual que la expresión ‘negros de mierda’”.
Como resultado, Ramos cuenta que, en los últimos años, abandóno vínculos y espacios “de una forma reivindicativa como hija de migrantes africanos” pues, para ella, irse de un lugar y dejar algo que te hace mal es emancipador, “ahí hay una especie de liberación, sobre todo viniendo de personas que no lo pudieron hacer”.
“Alejarse también es una pérdida”, aclara, “un duelo que es necesario hacer, y es necesario estar acompañada, por un proceso terapéutico, tener un espacio para la salud mental. Muchas veces como personas negras se nos pone una idea de fortaleza y que toleramos todo y no es así, es algo doloroso. Lamentablemente, el abordaje del trauma racial es escaso, sobre todo en nuestro país”.
Asimismo, dice:
“Siempre me hice cargo de un montón de situaciones. Asumir responsabilidades desde la niñez, relacionadas con el sustento y las tareas de cuidado de familiares enfermos producto de la explotación laboral, no son una elección de vida. Son circunstancias que te dan experiencias y aprendizajes, pero que no implican romantizarlas”.
Hasta entonces, el trabajo había tomado por completo la vida de esta tenaz actriz. Y es que, a pesar de tener demasiadas inquietudes rondando en lo artístico y las humanidades, siempre tenía la necesidad y la obligación de pensar en otras áreas que tuvieran salida laboral.
Así, preocupada por eso en los años 90, Sol Ramos hizo un bachiller en Economía y, en su opinión, todos los intentos para adecuarse al sistema. Además, con gustos orientados al diseño textil y a labores con telas y tejidos, trabajó durante su adolescencia en una tienda comercial relacionada con el rubro para tener una experiencia previa y poder solventar sus estudios.
“Quería estudiar Diseño Textil en la UBA, pero en ese momento era incompatible con mis condiciones de vida. Un compañero de la secundaria me alentó para que me anotara en una universidad privada que ofrecía becas al mérito, pasé el examen y empecé. Hice hasta tercer año”.
“También trabajé muchos años en empresas de moda, tener experiencia con marcas me dio algunas posibilidades. De chica, siempre tenía la fantasía de trabajar con textiles, pero más relacionado con lo artesanal, con un trabajo más manual, personalizado, único, no me interesaba lo industrial, ni copiar tendencias del exterior, sino la pura creación”.
Y, de pronto, la vida de Sol Ra tomaba otro rumbo…
“Cuando terminé la secundaria, busqué trabajo en capital. Por la beca, tenía que cursar muchas materias y mantener un promedio alto. Necesitaba un trabajo de mayor ingreso, que me diera cierta estructura para poder cumplir con todo”, comienza.
“En esas búsquedas, fui a una agencia de casting y desde ahí me llamaron siempre. Como la espera y la incertidumbre laboral no eran para mí, mantenía el trabajo en relación de dependencia y paralelamente empecé a trabajar de extra en publicidad, cine y tv. Trabajaba cuatro días en el mes y ganaba lo mismo que trabajando en una importantísima marca de moda: 30 días en el mes con jornadas diarias de 8 a 12 horas. Económicamente, me servía mucho más y me hizo conocer mucho del detrás de escena, la preparación de los actores, el rodaje y el set. No pensaba que fuera algo a lo que podía dedicarme, no lo busqué, de hecho, fue casi una casualidad, pero como lo estaba haciendo consideré tomar clases para tener un compromiso mayor de algo que me estaba dando más de lo que me había imaginado. Me dio más valoración de mi trabajo que todos los años trabajando en empresas de moda”.
Esto es algo que siguió repitiéndose en su vida: no pensaba en tales actividades como un “trabajo”. A Sol le costaba verse en algo que no fuera “formal”, en relación de dependencia, pues creía que esa era la única posibilidad.
No obstante, actuar era aún una cuenta pendiente y, producto de un viaje muy especial que la reconectó con sus orígenes, algo comenzó a germinar en ella para cambiar su perspectiva…
“Crecí con tantas historias, anécdotas y nostalgias, que eso hizo que tuviera el sueño de ir a Cabo Verde a conocer mi familia y en 2017 lo cumpliera. Fue espectacular. Lo viví con mucha felicidad y tampoco fue casual, porque yo después de ese viaje dejé de trabajar en relación de dependencia y me dediqué de lleno a este ‘intento’ de vida autogestiva, artística y actoral”, repasa Ramos.
“Hubo como un entendimiento interno de que, lo que siempre había creído que era un trabajo seguro y estable, en realidad me empobrecía más, me empobrecía específicamente y me secaba el alma, y que no importaba todo lo que hiciera ni mis buenas referencias, sacrificio, dedicación, nunca iba a salir de la meseta en la que estaba. Todos esos años de tanto trabajar me hicieron dar cuenta de que haber estado en ambientes hostiles, con pésimas condiciones de contratación y con una inestabilidad enorme lo podía convertir en un gran poder, en términos de conocimientos y experiencias. Yo no tenía que empezar de cero, tenía que continuar un camino de trabajo que me diera realmente posibilidades”.
Para su fortuna, no hubo prejuicios de parte de su familia a la hora de encaminarse hacia el arte. De hecho, Sol Ra destaca el gran rol de su madre, como su principal apoyo emocional y fuente de confianza, y por la estimulación que siempre recibió de su parte “a pesar de no contar con recursos”.
“Crecí en un entorno familiar muy respetuoso en cuanto a valoración acerca de lo que podíamos conseguir, jamás subestimaron mis logros”, amplía.
Del mismo modo, agradecida, recuerda a profesores y a muchas personas que la han ayudado y le han dado impulso para estudiar, algo siempre presente en ella quien, a la vez de actuar, da fe de sus intenciones de incursionar también en áreas de realización y producción con mucho compromiso.
“Es constante la incertidumbre en este contexto, para poder vivir de ese trabajo y tener continuidad”, se sincera. “No reniego de los trabajos de publicidad, porque la ficción argentina no es la mejor contando la realidad de personas negras, pero en mi caso, para no tener contactos, no formar parte de la industria ni tener representante, está bastante bien… entre miles de comillas. Creo que, igual, este trabajo tiene algo de mágico en el sentido de que en cualquier momento puede surgir un proyecto, aunque hay condicionamientos puestos y determinados por la propia industria, que en general no está comprometida con cuestiones raciales”.
Pese a ello, esta joven actriz sabe luchar por lo suyo y sigue superando barreras para lograr lo que sueña:
“Con la actuación mi inquietud pasó siempre por la necesidad de ver representación en cuanto a ‘negritud’, historias que se parezcan a lo que yo conocía y no a esa realidad tan mentirosa, estereotipada, que muchas veces genera daño, así que fue casi un deseo de justicia”, revela consistente.
Y su carrera fue en ascenso. Con múltiples experiencias en su historial, una de las que Sol Ra más disfrutó fue con su participación en “No es país para negras II”, de Teatro en Sepia. Una puesta escena con actrices afro, dirigida por la directora y activista afrocubana Alejandra Egido, que toma como base la construcción de relatos de mujeres negras para visibilizar sus vivencias.
“Me pasó algo muy loco, medio mágico”, expresa satisfecha, “porque yo desde un principio dije ‘quiero estar en una obra de teatro’ y eso pasó. Pero siempre tuve en claro que iba a participar en obras que tuvieran que ver con lo que a mí me interesa contar, que se parezcan a la realidad, fuera de estereotipos y exotizaciones”.
Para Sol, que entró en dicha obra como un reemplazo, ese fue su comienzo como actriz:
“Fue en la Feria del Libro, en la Rural, en 2019, y era espectacular. Fue mi primera función en la vida y lo mejor es que, cuando terminó, hubo un debate”.
“De la primera función recuerdo que había un señor mayor negro y estaba muy emocionado, y ahí me di cuenta del poder que tenía el teatro para contar historias que no son contadas y lo que puede generar en una persona el poder ver su propia historia o la de las de mujeres con las que él hubiese compartido su vida. Nunca olvidaré la cara de ese hombre y su emoción”.
De todos modos, Sol Ra ya había dado sus primeros pasos en escena desde 2008, pero en el ámbito de la publicidad, y así continuó por otra década, al mismo tiempo haciendo los contados castings que existen en cine y televisión. Aunque de esto dice:
“Las búsquedas que hay de mi perfil en el cine argentino son casi inexistentes, hay una asociación al perfil negro como extranjero que es determinante, así que la mayor parte de mis trabajos ha sido en publicidad para otros países, pero sí en 2021 hice una publicidad para el Banco Provincia (de Argentina), con el director Christoph Behl”.
Lo que esta actriz argentina no sabía, es que lo mejor estaba por venir: su primer protagónico para la pantalla grande, ni más ni menos que en “María Presente: La memoria en nuestras voces”, proyecto ganador del Concurso Nacional de Documentales, impulsado por el Ministerio de Cultura de la Nación. El mismo tenía como temática a María Remedios del Valle, mujer negra que luchó en las guerras de la Independencia de Argentina y que fue nombrada por el general Manuel Belgrano como “capitana del ejército” por su valor en el campo de batalla, pero que terminó olvidada y borrada de la historia por su género y por ser afrodescendiente. (Sol, como muchos otros argentinos, no conoció a la “Madre de la Patria” sino hasta que alcanzó una edad más adulta).
“Cuando Julia Cohen Ribeiro (la directora) me contó del proyecto y del concurso”, rememora, “me hizo partícipe de varias etapas y yo estaba fascinada con la idea, con ser parte del proceso, protagonizarlo. Desde un primero momento tuve la certeza de que el documental iba a ganar el concurso, creía mucho en el proyecto”.
El documental, estrenado recién en 2022, cuenta la historia de una joven cineasta afroargentina que reconstruye la historia de María Remedios del Valle, mientras recorre Buenos Aires con su cámara y busca respuestas a través de voces de activistas.
“Además, así como quería hacer una obra de teatro que tuviera que ver con la realidad de las personas negras, también me pasó que quería hacer algo con el personaje de María Remedios y se dio. Siempre me siento agradecida de tener los trabajos que anhelé”, agrega.
Punto aparte merecen el papel y el abordaje de esta talentosa actriz quien, siendo una afroargentina, hija de dos caboverdianos que se sumaron a las modernas corrientes migratorias hacia Argentina, tuvo que interpretar a una afrodescendiente. Este no es un dato menor: debido a la negación y a la invisibilización histórica de las raíces africanas en dicho país, gran parte de la población desconoce que es afrodescendiente o, como diría el antropólogo Norberto Pablo Ciro, “afrodescendiente del tronco colonial”. Y es que aquel territorio, antes parte de un virreinato, había estado recibiendo tantos africanos esclavizados desde la época colonial, al punto de que no solo Bueno Aires era un lugar común para esto: provincias del norte, como Santiago del Estero, tuvieron más del 54% de la población afro según el censo de 1778 del rey Carlos III, mientras que, con una población muy mestizada hacia el siglo XIX, ¡el 70% de los habitantes ya era afrodescendiente!
“En todo momento tuve en mente que mi personaje se trataba de una afrodescendiente, no hija de migrantes como es mi caso. No era mi historia, sino la de todas las personas invisibilizadas en este territorio a lo largo de la historia, algo diferente a lo que yo había vivido”, explica Sol Ra.
“Entonces, en este caso estábamos mostrando la historia de alguien cuyo recorrido no solo se niega, sino que se desconoce, y su investigación iba a una confirmación de su origen porque también vivimos en una cultura que lo niega todo el tiempo”.
“Aunque también tengo una realidad de ser una extranjera en mi propio país y de que, cuando voy al país de mi familia, soy una extranjera ahí”, cierra esta argentina de raíces caboverdianas, quien en todo momento destaca el rol de la militancia que ha puesto a disposición su tiempo y lucha para la comunidad afro, así como el hecho de haber logrado todo esto con pocos recursos y sin tratarse de una mega producción.
Influenciada por los programas de humor en lo que encontraba refugio de niña, no es raro que Sol Ramos cite como inspiración a muchos actores del país que la vio nacer. Emocionada, nombra “El palacio de la risa” de Antonio Gasalla y a artistas de su preferencia como Humberto Tortonese y Alejandro Urdapilleta. Luego menciona a Juana Molina, Carolina Fal y Germán Palacios, entre otros.
Y, si bien no creció viendo personajes negros “en papeles humanizantes”, Ramos afirma que, históricamente, “la propia comunidad negra fue y continúa siendo quien ha posibilitado mejores condiciones de vida para el colectivo”.
Dicho eso, recomienda a Lakeith Stanfield y su serie “The Changeling”, a Samuel Jackson en “The Last Days of Ptolemy Grey” y producciones como “Manhãs de Setembro” protagonizada por Liniker, aclarando que, de igual forma, le interesa continuar viendo actores de su región.
“Actualmente, me gustan mucho los trabajos de Magaly Solier, actriz de Perú; de la española Laia Costa, de Liniker de Brasil y de Nahuel Pérez Biscayart y Marilú Marini de Argentina. Me gusta que vivan el trabajo de la actuación como un oficio, un trabajo más, y no con un anhelo de éxito, sino más bien con un compromiso con el trabajo y con las historias”.
¿Y cómo es ella trabajando como actriz? “En esto de hacer personajes y de que se parezcan a la realidad de una persona negra, no lo vivo como ‘mis’ experiencias, sino que trato de indagar en las que viven esos personajes”, responde muy analítica.
“Mi acercamiento a la actuación tuvo que ver con ver la representación que siempre quise ver y con poder construir historias sobre otras realidades, esas historias no contadas. En los últimos años empecé a ver que podía hacer muchos aportes en cuanto al guion basados en mis experiencias, pero también en mi formación teórica, por lo cual valoro las oportunidades de poder compartir”.
“Lo que sí me pasa cada vez más, es que me emociona mucho lo que sucede después, cómo lo toman las personas que ven el trabajo. Siempre he sentido algo poderoso al contar esas historias, de las mejores cosas que me ha pasado en la vida…”, expresa satisfecha.
Pero enseguida relata:
“En el ámbito artístico, desde un primer momento me han dicho que por ser negra no podía ser argentina. De hecho, hay una afirmación y consistencia de parte de la industria o el mercado audiovisual argentino. También lamentablemente en espacios feministas hay una total falta de compromiso en cuestiones raciales, por eso no adhiero a la palabra ‘inclusión’: es forzada, funciona como una pantalla y un espacio en el que algunos creen que tienen derecho a admitir a unos y a otros no”.
Dicha anécdota es, por desgracia, moneda corriente. Y, de nuevo, tiene que ver con el mito de la Argentina “blanca” y de la “desaparición” afro: millones de argentinos marrones e incluso blancos aún creen que la población negra se exterminó por las guerras de la Independencia y por la fiebre amarilla, y, por ende, desconocen u ocultan su ascendencia afro, ayudado esto por el hecho de que, fruto de siglos de mezcla genética, la piel del promedio se ha aclarado.
“En el supremacismo blanco que forma parte de este sistema no están exentas las personas negras, quienes muchas veces también ejercen discriminación y violencia racial hacia otras personas negras, y eso se ve tanto en la exclusión como en la jerarquización dentro de los mismos espacios de lucha. Poniendo un ejemplo más aparentemente superficial: se cree que, si en un casting hay más de una persona negra, esta se convierte en una rival, porque no puede haber más de una persona negra en una producción, y eso es bastante cruel de ver y vivir”, declara Sol Ramos sobre este país en el que, pese a que quienes viven al margen son mayoría, la presencia negra y marrón en los medios no existe o no es seria.
Para ella, tal falta de representación tiene que ver con que los lugares de poder “lo ocupan personas no negras”. Sin embargo, aunque critica a la historia del cine, la televisión y el arte en general como una plagada de racismo, dice:
“Por momentos quiero creer que estamos cambiando muchas cosas, las personas negras estamos comenzando a ocupar lugares que ayer eran impensados, necesitamos que la hegemonía no negra esté a la altura, educándose e informándose: los privilegios deberían otorgarles la obligación de sentirse comprometidos y hacer algo para revertir la inequidad y las injusticias”.
Convencida de que existen intereses económicos por detrás, “porque se dieron cuenta de que hacerse los ‘inclusivos’ deja dinero”, de todos modos, Sol Ra sabe que la urgencia económica muchas veces justifica participar en proyectos. Aún así, su opinión es firme: “Lo que más fuerza tiene para mí, y posibilita que haya más personas negras contando historias, es que ellos puedan tener acceso a recursos para contar nuestras historias y crear ficciones que reparen. Las historias que se cuentan sobre la negritud desde la perspectiva hegemónica, es decir no-negra, no solo presentan muchísimos problemas, sino que causan daño o entorpecen años de lucha”.
Ahora bien, Ramos no es alguien que quiera llevarse laureles:
“Hay activistas que dedicaron toda su vida a esto, yo no me siento a la altura de nombrarme activista”, sentencia. “Además, creo que ser activista es algo muy grande, creo que hay que protegerse y cuidarse mucho, el racismo es algo cotidiano por más que quieras negarlo o no hablar de ello, aunque quieras escapar de esa lucha… la realidad, la vida, te recuerda constantemente la opresión. Pero si encontré que desde mi trabajo artístico y también desde la academia podía unir praxis y teoría”, declara, designando como referentes a las mujeres de su comunidad y de su familia, en especial su madre por su historia de vida, y a teóricos como Angela Davis, Bell Hooks, Audre Lorde, Charles W. Mills y Frantz Fanon.
Fiel a su estilo, Sol Ra ha estado participando en muchos grupos y actividades culturales. Además, las tablas volvieron a abrirle las puertas para integrar la “Liga de Antiprincesas”, una obra de teatro para niños, pero también pensada para la familia.
Basada en los libros de Nadia Fink (Editorial Chirimbote), la trama se embarca en una aventura de mujeres reales que luchan juntas por causas justas, de guerreras de la historia de Latinoamérica que dedicaron sus vidas por la independencia, la federalización de los países y los derechos de los pueblos originarios, con figuras destacadas como Juana Azurduy y María Remedios del Valle, esta última interpretada por Sol Ra, entre otras.
“Lo hice con un grupo de mujeres con mucho compañerismo, con meses de preparación. Es una obra con mucho potencial porque en la liga, al haber tantos personajes de la historia, de mujeres invisibilizadas, convocaba y despertaba muchísimo interés en las infancias y las familias que acompañaban con mucho compromiso.”
Y, cuando de mujeres se trata, la actriz aprovecha para cuestionar muchas prácticas:
“Es muy problemático lo que sucede con el feminismo hegemónico, mainstream, con la mercantilización de las problemáticas de las mujeres, mujeres que se ponen en el centro y no asumen sus privilegios de clase. Este ‘feminismo’ ejerce un feminismo patriarcal sobre personas racializadas y hay muy poco compromiso en querer salir de esos lugares”.
Otros trabajos artísticos de Sol incluyen “Íntegro, integro, integró”, corto dirigido por Gaby Messina en el que se llama la atención sobre el Black Face y los lugares estereotipados y estigmatizantes en los que se ubica a la población afro en festejos y conmemoraciones argentinas, y la performance “XTRÆNCESTRAL” con el Colectivo Artístico Afrofeminista Kukily.
Contenta de tener siempre respuestas positivas, Ramos califica como un “regalo precioso” el hecho de tener entrevistas con personas que se interesan y difunden lo que hace, puesto que “no son superproducciones, sino cosas hechas a todo pulmón y corazón”. Pero su visión no queda solo en esto: también aprovecha el lugar que ha ganado con su esfuerzo para llevar su voz, dando ejemplos de superación para cualquier clase de personas.
La actriz, quien nunca desistió de seguir estudiando por más condiciones desfavorables que tuviera, atribuye su influencia a haber crecido con personas que siempre creyeron en ella y tuvieron necesidad de salir adelante: “No crecí con los típicos mandatos de lo que implica ‘ser mujer’, el único mandato fue trabajar y estudiar”.
“Vengo de personas que pudieron lograr cosas a edades mayores al promedio de la clase media alta. Hay un montón de personas que pudieron estudiar o empezar a vivir sus propias vidas a edades maduras, y siempre pienso, cuando alguien no se anima por su edad o ese tipo de prejuicios, ‘si tenés 50 años y vivís hasta los 80, ¿vivirás 30 años de tu vida sin hacer lo que te gusta por un número o porque alguien te dijo que no podés?’ Siempre tuve presente las historias de las personas grandes y marginadas, de las voces negadas, porque esa fue mi realidad”.
Actualmente, Sol Ra estudia Filosofía y cuenta que, con esa formación exigente y el desafío de la escritura académica, está “descubriendo esa escritura que consiste en enlazar palabras y armar argumentos a través de la lectura de otros autores”.
“Encuentro mucha motivación en la poesía, la narrativa y la unión con la tradición oral. También me interesa el cine, hacer una película es algo a lo que me gustaría llegar en algún momento, pero ahora necesito poder actuar más”, expresa soñando despierta.
“Conviven en mí muchas experiencias. Por un lado, también tuve la suerte de trabajar con personas dedicadas y generosas en su conocimiento. Trabajar siempre tantas horas, en diferentes trabajos, simultáneamente, bajo presión y con condiciones diferentes, me hizo desarrollar muchísima paciencia, constancia y perseverancia”.
Como si todo lo que hace esta actriz afroargentina fuera poco, también es profesora de yoga. Una práctica que, como asegura, le hace muy bien y que, al principio, no fue pensada como salida laboral.
“Me gusta en esto más la palabra ‘enseñanza’, ‘compartir’, darles esa dedicación a las personas que realmente lo necesitan”.
Sin embargo, Sol Ra no pierde el foco pensando en el futuro:
“Me encantaría trabajar en producciones nacionales de cine, teatro y tele nacionales, también fuera del país. Me interesa mucho trabajar con narrativas negras, narrativas racializadas, que suelen ser producciones marginales, sin recursos o a pulmón”, afirma, con deseos de plasmar algún día la unión de su “teoría y praxis” en el cine y el teatro.
Y si hay algo que caracteriza a la artista, es también la mentalidad de compartir y de “poder brindar algo de lo que recibió”. Aunque, claro, de nuevo, no quiere adjudicarse coronas por ser como es:
“Ser ejemplo es un lugar inalcanzable”, dice al respecto. “Creo que son mejores los lugares de rebeldía, de poner límites, de alzar la voz contra lo que está mal, de tener una actitud responsable y no echar culpas sino hacerse cargo. Lo aprendí desde chica por crecer con personas que tuvieron que ser responsables desde la infancia y eso te marca completamente”.
“Y aunque predomina el discurso de que estudiar no sirve, algo que tuve como herencia fue estar constantemente estudiando y buscando esa emancipación de la mente tan necesaria. La educación es un buen ejemplo y hay que cultivarla, llevarla a la vida diaria”.
“A cualquiera que se quiera dedicar a algo artístico, le diría que no se ponga tiempos. En la actuación hay gente a la que le interesa ser famosa, pero esa nunca fue mi motivación. Yo creo en lo artístico como un trabajo más. No importa el tiempo que te lleve conseguir ciertas cosas, y si tus condiciones no son las ideales está bueno buscar estabilidad y apoyo. Creo en la idea de unirse a otros, construir en comunidad, formar espacios para llevar a cabo proyectos y apoyarse. Creo en ideas individualistas de éxito y fama”, finaliza esta talentosa e intelectual mujer quien, lejos de bajar los brazos, ha de continuar dejando su huella.
Y Sol Ra, más que preparada para sumarse a nuevos proyectos como actriz, también estará lista para seguir sumando en este mundo con su visión, su arte y su activismo. Robert Chevalier
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Para más información acerca de la carrera actoral de Sol Ra y otros trabajos, podcast y entrevistas, puedes acceder a su enlace.
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Robert Chevalier es un escritor argentino, nacido en La Banda en 1995.
Es autor de narrativa, principalmente de novelas infantojuveniles de suspenso, fantasía y ciencia ficción.
También es estudiante de ingeniería y genealogista. Escribe desde niño, pero comenzó su carrera en su adolescencia y ya cuenta con varias obras publicadas e inéditas. Desde 2014, cosechó numerosas distinciones y logros como la Declaración de Interés Cultural de su primer libro y su posterior participación en la Feria del Libro de Francia Salon du Livre de Paris.
Desde 2015, varios de sus libros se convirtieron en material de estudio de escuelas, donde son trabajadas por niños y adolescentes.
En el año 2016 trabajó en Minnesota, Estados Unidos.
Desde 2018, participó en concursos nacionales e internacionales y resultó ganador de premios y seleccionado para integrar antologías de relatos de España y Argentina. En 2019 fue nombrado como uno de los “jóvenes modelo a seguir de la sociedad”.
En 2022 fue reconocido por sus 10 años de trayectoria literaria.

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